Turno para el Nobel de Química; los ganadores han creado un método para fotografiar moléculas

Gracias a su aportación, se han podido combatir enfermedades como el cáncer y virus como el zika

Es el turno para anunciar a los ganadores del Nobel de Química 2017; este año el reconocimiento fue para los científicos Jacques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson, por su aportación al desarrollo de la tecnología capaz de “retratar” moléculas.

Gracias a su investigación se ha podido generar imágenes tridimensionales de diversas moléculas, con el objetivo de obtener una perspectiva a nivel atómico más detallada de estas.

Es un gran salto para campos como la biología, química y la medicina; en el caso de esta última, muchas biomoléculas detrás de enfermedades y padecimientos son tan “escurridizas” que era difícil estudiarlas y entender su función. El avance de estos tres científicos permitirá entender mejor los procesos biológicos como las infecciones e incluso los ciclos de sueño.

La microscopía electrónica ha permitido congelar esas biomoléculas en movimiento y hacerles una foto con resolución atómica. Esta tecnología ha permitido observar de mejor manera proteínas que provocan resistencia a quimioterapias contra el cáncer, antibióticos contra las infecciones o el virus del Zika.

El Nobel de Física 2017 es para la investigación de tres científicos sobre la detección de ondas gravitacionales

Einstein consideraba que este avance era imposible

Definido como “el descubrimiento que sacudió al mundo” por el jurado del premio Nobel, el reconocimiento al campo de la física de este año, va para tres científicos estadounidense y su investigación en LIGO, el detector de ondas gravitacionales.

Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne fueron reconocidos con el premio por su “contribución decisiva en los detectores de LIGO (Observatorio de detección de ondas gravitatorias) y la observación de ondas gravitacionales”.

El primer en predecir la existencia de estas señales, fue el famoso Albert Einstein, pero estaba convencido de que no podían detectarse. Un siglo después, los detectores de LIGO captaron la primera señal de una onda gravitacional, tras un trabajo que les llevo medio siglo.

Fue producida a raíz del choque de dos agujeros negros decenas de veces más grandes que el Sol. Su onda expansiva había viajado por el universo unos mil 300 millones de años antes de ser captada.

La primera onda gravitacional fue captada 20 años después de que se construyera la primera versión del observatorio. Einstein acertaba al suponer que las señales serían tan pequeñas (mil veces más que un protón) que captarlas sería casi imposible, sin embargo subestimó el desarrollo de las tecnologías que harían posible captarlas.

El Nobel de Medicina 2017 es para los descubridores del “reloj interno” del cuerpo humano

Este proceso natural ha sido estudiado desde 1729

Como cada año, el día de hoy se ha otorgado el premio Nobel de Medicina, en esta ocasión fue para los científicos estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young los cuales han sido reconocidos por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo cardiaco.

Gracias a su investigación, hoy podemos afirmar que los seres vivos portamos un reloj interno sincronizado con las vueltas de 24 horas que da el planeta Tierra. Fenómenos biológicos, como el sueño ocurren rítmicamente alrededor de la misma hora del día, esto gracias a un reloj interior.

Su existencia fue sugerida hace siglos, por el astrónomo francés Jean-Jacques d’Ortous que observó a las plantas mimosas cuyas hojas se abren durante el día hacia la luz del Sol y se cierran al atardecer.

Los científicos premiados, utilizaron moscas para aislar el gen asociado con el control de ritmo biológico normal. Posteriormente, revelaron que este gen y otros se autorregulan a través de sus propias proteínas generando procesos sincronizados con las 24 horas del día.

La comunidad científica ha reconocido la importancia de este mecanismo en la salud humana. Este reloj, recién descubierto está implicado en la regulación del sueño, la liberación de hormonas, el comportamiento alimentario e incluso en la presión sanguínea y la temperatura corporal.